CUANDO FALTA LA FE
En ocasiones es más difícil aceptar el programa de A.A. para aquellos
que han perdido o rechazado la fe que para quienes nunca la tuvieron,
porque los primeros creen que ya intentaron la fe y no les sirvió de
nada. Ya conocen el camino de la fe y el camino sin la fe.
DOCE PASOS Y DOCE TRADICIONES, p. 30
Tan convencido estaba de que Dios me había fallado que acabé tomando una
actitud desafiante, aunque sabía que no debía hacerlo, y me lancé a una
última parranda. Mi fe se volvió amarga y eso no fue por una mera
casualidad. Aquellos que una vez tuvieron gran fe, tocan fondo con más
fuerza. Aunque me uní a A.A., tardaba tiempo en reavivar mi fe.
Intelectualmente estaba agradecido por haber sobrevivido una caída tan
vertiginosa, pero me sentía todavía duro de corazón. No obstante, seguía
ateniéndome al programa de A.A.: las alternativas me parecían demasiado
lúgubres. Seguía asistiendo a las reuniones y, poco a poco, iba
renaciendo mi fe.
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